Sensación de Vacío y
Vacuidad: Ilusión del Ego y Verdad Última
"La sabiduría
es saber que no soy nada,
El amor es saber que
soy todo, y entre los dos mi vida se mueve ".
Sri Nisargadatta
Maharaj
Existen dos experiencias de vacío, pero son muy diferentes la una de la otra. Hay un vacío que puede ser recurrente en nuestras vidas, como si existiese algo que “debemos” llenar y no somos conscientes de dónde, cuándo o de qué forma surgió...pero está allí, lo sentimos y ello nos despierta el miedo, la soledad, la tristeza y la ansiedad. Muchas veces buscamos tapar ese vacío con una relación de pareja, con el trabajo, con objetos materiales, con comida, o con alguna adicción. Eso sólo nos servirá para aplazar por mayor o menor tiempo la sensación de vacío para luego observar que éste sigue estando allí. Es un engaño, y a quien engañamos es a nosotros mismos.
Nos acostumbramos a
buscar recursos de escapatoria afuera sin ahondar en la fuente de ese
vacío y el propio escape se convierte en el problema. Lo único que
nos puede llevar a descubrir el origen es la introspección, a través
de ella, podremos colocarnos frente al espejo para conocernos. Este
es un proceso en el que conectamos con la fuente de ese vacío. Al
sumergirnos, podremos encontrar que el origen de ese vacío es
existencial- a partir de la búsqueda de un sentido o propósito a la
vida y la muerte- o puede originarse en una carencia emocional, en
un sentimiento de abandono afectivo.
No tenemos que encontrar
en nuestra vida un episodio sórdido o especialmente traumático para
sentir esta última experiencia de vacío emocional. Por ejemplo,
cuando un niño nace es totalmente vulnerable y dependiente, con
necesidades básicas: físicas (alimento, agua, oxígeno, higiene) y
afectivas (atención y amor). Muy pronto ese niño cae en cuenta de
que sus padres son capaces de hacer una gran variedad de cosas que
cubren esas necesidades y pareciera como si pudiesen hacerse cargo de
todo sin mayor problema, todo está bajo su poder.
Sin
embargo, ese niño muy pronto observa que no ve a su padre durante la
mayor parte del día ( es una persona muy ocupada y tiene que
trabajar hasta el anochecer) y siente ganas de verle a menudo, pero
al parecer el padre no siente lo mismo. Y tal vez, aún cuando está
físicamente presente, de alguna forma no lo siente realmente allí.
El
niño se pregunta: ¿Qué ocurre conmigo que mi padre no está allí,
que no me ve? Piensa que hay algo que le falta, alguna belleza,
habilidad, poder o algo para ser merecedor de ese afecto. Esa
sensación de vacío es tan dolorosa que no puede ser aceptada y como
mecanismo de defensa lo suprime en su subconsciente, donde permanece
como un bloqueo, hasta que pueda traerlo nuevamente a la conciencia
para sanarlo. El niño va desarrollando su personalidad y creciendo
bajo esa creencia de que no es digno de amor verdadero, ni de
felicidad, salud o éxito porque hay algo de lo que carece para
merecerlo.
Este
ejemplo u otros similares que reflejan la falta de atención, la
ausencia o la incapacidad de expresar amor por parte de nuestros
padres -u otras personas “modelo” en nuestra infancia-, es lo que
ha generado en muchos de nosotros una baja autoestima e inseguridad.
Para sanar esa carencia, hay que mirar adentro, indagar profundo
hasta encontrar esa raíz donde se originó el vacío y a partir de
allí, ser conscientes de que somos merecedores de amor y bienestar,
como cualquier otro ser. Pero antes que nada, somos dignos de nuestro
propio amor y autocuidado.
“... Esto de huir,
de evitar el vacío o de procurar encubrirlo,
ocasiona lucha,
rivalidad, esfuerzo …
¿Y qué sucede si
uno no hace un esfuerzo para huir?
Que uno vive con esa
soledad, con esa vacuidad; y al aceptar esa vacuidad,
uno hallará que
adviene un estado de ser creador
que no tiene nada
que hacer con la lucha, con el esfuerzo.
El esfuerzo sólo
existe mientras tratamos de evitar esa soledad, ese vacío interior;
mas cuando lo
miramos y lo observamos,
cuando aceptamos lo
que es sin esquivarlo,
hallaremos que surge
un estado de ser en el que cesa toda lucha.
Ese estado de ser es
creatividad, y no es resultado del esfuerzo ...
Pero cuando hay
comprensión de lo que es,
o sea del vacío, de
la insuficiencia interior;
cuando uno vive con
esa insuficiencia y la comprende plenamente,
adviene la realidad
creadora, la inteligencia creadora,
que es lo único que
trae felicidad
... Sólo en ese
estado de tranquilidad hay ser creativo.”
Jiddu
Krishnamurti
La
otra clase de vacío no se trata de una sensación, de un
sentimiento, sino que es la Esencia de la Realidad. En el Budismo, la
Verdad Última es la Vacuidad. Todo lo que existe es interdependiente
y está conectado, pues la aparente existencia de individualidades es
realmente una ilusión. Pero esta Vacuidad o Shunyata no es
equivalente a la “nada” del nihilismo o ausencia total.
Se
trata más bien de que nada es real pues carece de una existencia
independiente o que le sea propia, pues es algo impermanente que
existe en combinación e interdependencia con infinitos fenómenos
igualmente transitorios. Y a su vez, todo es real pues es la
manifestación del Ser inasequible e indivisible. El Todo y la Nada,
son las dos caras de una misma moneda, la Vacuidad.
Es
difícil comprender el concepto de vacuidad bajo las categorías de
la lógica pues cómo puede ser que vacío y no-vacío sean la misma
cosa. Como vivimos bajo la dualidad, sólo podemos explicar la
vacuidad acudiendo a conceptos que parecen contrapuestos, aún cuando
en realidad, el todo y la nada son coexistentes e idénticos. Pero
más allá de intentar comprender mentalmente este concepto, los
Maestros nos llaman a experimentarlo, pues en la mera retórica no
hay progreso.
“Las personas
piensan que ‘vacío’ significa ‘nada’,
pero en un contexto
espiritual, lo significa todo.
Estar vacío no
quiere decir no tener nada.
Lo que quiere decir
es estar desprovisto de la identificación con el ego.
Así, cuando nos
vaciamos, nos llenamos del universo... nos llenamos del todo.
Reconocemos que
estamos como en un holograma
en el cual cada
punto del universo contiene a todos los otros puntos en él
- una experiencia
trascendental difícil de plasmar en letras...”
Chuan
Zhi Shakya
Dentro de nuestra ignorancia, existe un aferramiento propio (a nuestro ego y a otras personas como individualidades) y a su vez un aferramiento a los fenómenos (a las posesiones, a las situaciones, creencias, etc.) pues les otorgamos una existencia independiente. El apego a nuestro “yo” y a los fenomenos es directamente proporcional a la ignorancia, la cual conlleva al sufrimiento.
Nos
da miedo disolver el “yo” al que tanto tiempo hemos dedicado en
erigir y ello nos impide ver que si nos vaciáramos de personalidad,
hallaríamos una plenitud, un vacío potencialmente creador. Es así
que las concepciones erróneas sobre las cuales basamos nuestra vida
obstruyen la liberación y, a su vez, las percepciones ilusorias de
la realidad nublan la experiencia de la ominisciencia.
Al
explorar en la naturaleza de la Vacuidad, podremos llegar a
desapegarnos de forma progresiva del concepto de “yo-idad”, pues
no existimos de forma separada de todo lo demás, sino que por el
contrario, existimos en unidad, en correlación e interdependencia
con el Todo. De esta forma, cuando amamos, herimos o hacemos algo a
otro ser, nos lo hacemos a nosotros mismos. En la medida que
internalicemos esa experiencia de Unidad, desarrollaremos el Amor
Incondicional y la compasión, saliendo de la ignorancia que
sostiene al ego y lo alimenta. Podremos trascender así también esa
sensación de vacío creada por la identificación con el ego.
Es
el ego el que demanda continuamente nuestra atención y el que se
siente humillado, afectado o herido. Es él quien nos hace
experimentar lo aparente como real, envolviéndonos en un laberinto
de condicionamientos, creencias y máscaras que nublan nuestra
verdadera naturaleza indivisible e infinita. Para explorar la
vacuidad, más allá de meditar en ella, podemos escoger vivenciarla
desarrollando el Amor Incondicional, ese que no conoce de
identidades, jerarquías, divisiones o apego. Es una Vacuidad fértil
en la que se fecunda latente nuestra verdadera naturaleza. El Amor
que funde el uno con el Todo, allí yace el verdadero signo de
liberación, la Vacuidad.
Hace
un par de semanas tuve ganas de expresarme a través de una de mis
pasiones, la poesía, y lo que surgió en ese momento, en esas breves
líneas, es lo que comparto a continuación y que sirvió de
inspiración para esta entrada del blog:
Hay un V A C Í O...
Un vacío que anhela
pobladores,
como la vasija
espera ansiosa
que hagan uso de su
espacio
y nada...
¿Quién viene a
llenarla?
¿De quién es el
turno?
De todos, menos el
mío
Un eterno retorno,
al vacío.
Ya lo sabía
¿quién lo sabía?
Háblame de ti que
lo sabes,
déjame conocerte,
muéstrate,
me asomo
y observo
sin reservas,
me sumerjo.
Allí no hay nada
que saciar,
la vasija permanece
vacía,
en eterno presente,
y en su vacío es lo
absoluto,
se contiene y lo
contiene Todo,
sólo VERDAD,
sólo AMOR.
NAMASTÉ
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