LOS OCHO BRAZOS DEL YOGA. CUARTO YAMA
BRAHMACHARYA


Aquél firmemente establecido en la moderación, gana fuerza vital”

Yoga Sutras, II.38


A lo largo de las semanas anteriores, les comenté acerca de los tres primeros Yamas – Ahimsa, Sathya y Asteya-, que forman parte del primer brazo del Yoga de Patánjali. En esta oportunidad, nos adentramos en el cuarto yama, Brahmacharya. La palabra se deriva de Brahman que significa lo Absoluto, lo Eterno, la Conciencia Divina, la Realidad Última que subyace a todos los fenómenos y de Achara que se refiere a una forma de conducta o una manera de vivir. Brahmacharya es entonces la conducta que nos conduce a la realización de lo Eterno, a la Conciecia de la Unidad.

En sentido estricto y limitado, Brahmacharya suele traducirse como celibato o moderación de la energía sexual, pero en su sentido amplio, este Yama no implica la represión o abstinencia sexual ni de otro tipo, pues no se trata de juzgar como “malo” el deseo, sea sexual o de otra índole, sino de escuchar las necesidades propias sin reprimirlas ni caer en el exceso. Ambos extremos nos hacen esclavos de actos mecánicos que en ningún lugar surgen de la conciencia del Ser, sino del miedo.

Cuando sometemos al juicio intelectual cualquier “deseo”, puede darse el caso que luchemos contra él y lo reprimamos por sentirnos culpables, o nos terminemos dejando llevar por él. Tanto en la represión como en el exceso, seguimos siendo esclavos de los sentidos. Cuando logramos en cambio que nuestra conducta -desde el pensar, hablar y actuar- surja desde el discernimiento conciente y de la verdad interior somos capaces de reconocer y escuchar nuestras necesidades sin evitarlas, respetando e integrando cuerpo y mente. Es así como ya no somos gobernados por nuestros sentidos, y en consecuencia, por nuestros deseos.

Brahmacharya es pureza en pensamiento, palabra y acto.
La práctica del Brahmacharya te dará buena salud, fuerza interior,
paz mental, larga vida y experiencia de lo Absoluto.
Un perfecto Brahmachari puede mover el mundo entero.”

Swami Sivananda


En nuestro día a día malgastamos nuestra fuerza vital en distintas conductas que nos mantienen esclavizados. Podemos ser esclavos, por ejemplo, de nuestro trabajo, del consumismo, de una relación de pareja, del reconocimiento ajeno, del culto al cuerpo, del ejercicio físico, de la comida, de la atención y el afecto. Dejamos de estar presentes, absortos en los condicionamientos de esos excesos o privaciones que absorben nuestro tiempo y energía y socavan nuestra capacidad de vivir de forma plena, armónica y consciente.

Cualquier obsesión hacia un extremo o el otro, -por abstinencia o indulgencia-, implica un desbalance que nos debilita pues no reconocemos ni respetamos nuestro estado de bienestar y de goce. Es como si nadásemos contra corriente esperando llegar a la orilla, sin ser concientes de qué estamos haciendo, por qué lo hacemos y adónde nos lleva. Para practicar Brahmacharya, el autocuestionamiento y la autobservación, -como en el resto de los Yamas-, es fundamental. Se trata de vivir sabiendo por qué pensamos, decimos o hacemos algo, qué nos impulsa y verdaderamente hacia dónde nos conduce.

Cada instante es una oportunidad que se nos abre para hacer buen uso de nuestra energía vital desde el Amor y la Verdad. Allí entra el sentido amplio de la moderación que implica la práctica de Brahmacharya. La energía vital es como el fuego que puede usarse para quemar algo o para proporcionarnos calor y alimento, todo depende del uso que le demos.

Desde lo más básico, podemos cuestionarnos cómo agotamos nuestra energía vital por la falta o exceso de alimento y bebida, de descanso o de actividad. O cómo hacemos uso de nuestra energía sexual. Igualmente podemos indagar en cómo nos desgastamos emocionalmente al desear mantener una relación personal o un trabajo o un propósito determinado.Y cómo desperdiciamos nuestra energía mental con pensamientos sobre el pasado y el futuro, sobre nuestros deseos y miedos.

A partir de la autoindagación, podemos aceptar lo que somos y transformar aquello que nos permita retornar a nuestra naturaleza verdadera. La paz proviene realmente de nuestros pensamientos y acciones, no del reconocimiento, la riqueza material o el sentido de poder sobre el mundo exterior. Brahmacharya es precisamente vivir el presente estableciéndonos en la pureza de pensamiento, palabra y acción. Es experimentar la Conciencia de la Unidad (Brahman) en todo aquello que pensamos, decimos y hacemos.

Asentar progresivamente las bases de la moderación, nos permite establecernos en el camino de la verdad última. Una frase de Sathya Sai Baba lo ilustra perfectamente: “estén en el mundo, pero no sean del mundo”. Cuando seamos capaces de controlar nuestros sentidos y en consecuencia, desapegarnos de los deseos, disfrutaremos de la vida y de su belleza en un estado de plenitud y conciencia para retornar a lo esencial, a lo verdadero.

Para ello, es necesario estar atentos aquí y ahora, soltar el pasado y el futuro para permanecer libres y conscientes, usando la energía vital bajo la acción correcta (dharma) que surje cuando nos permitimos fluir con el Universo desde nuestra verdad interior, más allá de las creencias, patrones y deseos del ego. Al hacerlo, nos abrimos a la vida y a la pureza del pensar, sentir y hacer, nos instalamos en Brahmacharya.


Brahma-charya significa que todos los pensamientos que uno albergue, todas las acciones que realice, todos los emprendimientos que lleve a cabo deberán estar llenos de la conciencia de Brahmán (la Divinidad Suprema y Omnipresente). Brahmacharya es actuar con la conciencia de que la Divinidad se encuentra en todas partes.

(…) Entonces, el verdadero significado de Brahmacharya no está limitado a la disciplina corporal del celibato —que se le asigna en el sentido físico—, sino que implica reconocer la Divinidad inherente en el hombre y llevar una vida basada en ese reconocimiento.

(...)Pureza de mente, pureza de Chitta (conciencia), pureza de corazón y pureza de acción: esta pureza cuádruple constituye Brahmacharya. Hagan lo que hagan, actúen sintiendo siempre que es una ofrenda a la Divinidad. Este es el verdadero significado de Brahmacharya.

La Divinidad está siempre presente en el hombre, en toda su pureza. Sin embargo, el ser humano es incapaz de reconocer esto debido a su apego a los placeres transitorios, al igual que la abeja negra. Esta abeja tiene una probóscide que le permite perforar un fuerte bambú o incluso el cuerpo humano. No obstante, cuando entra en una flor de loto y el loto se cierra, la abeja es incapaz de salir de entre sus tiernos pétalos porque está inmersa en el disfrute de la miel del loto y olvida su propia fuerza. Del mismo modo, hoy el hombre, olvidando la Divinidad presente en él y en todo lo que contempla, inmerso en las preocupaciones materiales e intoxicado por los placeres mundanos, no piensa en su verdadera naturaleza Divina. El hombre olvida su capacidad inherente cuando lo envuelve la preocupación por dominar el mundo externo.

Nada en el mundo es permanente. Hay una sola cosa permanente e inmutable: la Divinidad. Instalen a la Divinidad con firmeza en su mente y considérenla la única entidad permanente que puede conferir bienaventuranza perdurable. Todo lo demás —parientes, amigos o posesiones— no puede otorgarles bienaventuranza permanente.”

Swami Sathya Sai Baba


NAMASTÉ

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